Thursday, April 26, 2007

desidia

Ahora que estás acá te lo tengo que decir, me dijo, y me largó una sanata como de veinte minutos explicándome detalladamente como lo había matado, y por qué.
La dejé que termine, tal vez por respeto, tal vez por desidia. Cuando terminó le dije que me iba y que no me importaba.
-¡Pero lo maté!- Me dijo.
-Ya me lo dijiste.
-¿Y no me vas a decir nada?
-¿Qué tendría que decirte?
-¡No sé! Que estoy loca, o que me odiás, o que vas a llamar a la policía, ¡algo!
-No tengo nada para decirte. Vos lo mataste porque se te dio la gana, y a mí me importa un pito. Si querés ir en cana, llamá vos a la policía. Si querés que te internen en un loquero, llamá vos a la ambulancia.
-Vos estás más loca que yo.
-No te pedí opinión al respecto. Me voy a comprar las media lunas. ¿Venís o te quedás acá?
-Tengo que limpiar la sangre del baño.
-Bueno, cuando termines llamame. Voy a estar en casa.- Y me fui.

Sunday, April 01, 2007

malena

-Mirá, yo sé lo que te digo- Dijo, un poco enojado, y cortó la comunicación.
Hacía varios días que se sentía ofuscado y turbio, aunque seguramente no podría explicar qué era lo que le pasaba. Pero eso sí, cuándo hablaba con Malena siempre terminaba peor, más enojado. Malena tenía esa capacidad, la de ponerlo nervioso.
Ahora que lo miro desde lejos, puedo conjeturar algunas cosas, aunque en ese momento no me daba cuenta de nada. Primero y principal, él no la quería. Estaba con ella por uno de esos mecanismos raros de la vida. Se conocieron en Puán, el cursaba Letras y ella Filosofía, se cruzaban en los pasillos. A él le gustaron sus tetas, a ella creo que no le gustó nada de él al principio, pero igual salieron un par de veces. Se conocieron, y bueno, ya sabemos cómo funcionan las cosas. Después de un tiempo ella lo dejó. A ella no le gustaba, creo que para nada. Me parece que alguna vez me dijo que era pedante y aburrido, y que no sabía coger. Pero después, y esto es lo que no entiendo, porque a él tampoco le gustaba ella, Julio insistió e insistió para volver a verla, le mandó flores, la llamó a horas inesperadas, la fue a buscar al trabajo, la sorprendió en todas partes. Y de a poco se fue haciendo parte de su vida, tanto que un día Malena se dio cuenta de que no quería estar sin él. Y en ese mismo momento, Julio entendió que se cagaba en Malena, pero que no tenía los huevos para dejarla. Tal vez era un trofeo, porque era una de las más lindas de la Facultad, y era un tema de conversación obligado en el pasillo: las tetas de Malena, el culo de Malena, la boca de Malena, que buena está Malena. Y él sentía un cierto orgullo después, cuando ya estaban juntos, y se despedían en la puerta del aula con un beso, un beso que era siempre un poco más apasionado y un poco más largo que otros besos, porque se sabía observado y envidiado por los demás. Malena no tenía idea de todo esto, ella lo quería de verdad.
Segundo, Malena lo engañaba.
Bueno, de esto no estoy tan segura, pero al menos eso era lo que ella nos daba a entender. Aunque tal vez lo hacía para sentirse menos vulnerable. Creo que después de un tiempo ella empezó a sospechar que Julio no la quería, pero su orgullo no la dejaba darse cuenta. Ella, la más linda, ella, la más buscada, ella, la que todos querían, se había enganchado con un tipo que no valía dos mangos, y además, la despreciaba. Ironías del destino me dirán, pero ella, justo ella que hubiera podido elegir con el dedo a cualquiera...
Ese día hablaron por teléfono al menos siete veces, y no se ponían de acuerdo. Al final Julio, enojado, salió a pié a buscarla. Cuándo llegó a la casa de Malena, se paró en la vereda de enfrente y le empezó a gritar como un desquiciado. “¡Malena apurate que te estoy esperando! ¿Quién mierda te crees que sos, eh? ¡Apurate te digo!”
Los vecinos no decían nada, ya estaban acostumbrados a escenas del género.
Malena salió con una valijita verde, apurada. Con el tapado en la mano y pidiendo perdón.
Pararon un taxi y fueron a Retiro.
-Bueno- dijo él cuando llegaron, un poco más tranquilo- esperame acá que voy a buscar los pasajes, así no andás cargando la valija. ¿Te pido un café? Ya vengo, ya vengo- Y la besó.
Malena lo miró alejarse. El mozo le trajo el café y Malena, sin pensar, le agarró la mano. Era joven el mozo, lindo.
-Disculpame, perdón- dijo Malena cuándo vio la cara de perplejidad del otro.
-No te preocupes, ¿estás bien?
-Sí, sí. Disculpame. No estaba pensando en lo que hacía.
-Sí, bueno, está bien.
Los dos dudaban, se sentían incómodos.
-Soy una boluda, perdoname. Andá que estás trabajando, no quiero que te reten por mi culpa.- dijo Malena un poco recuperada, con aires de superada.
-Bueno, sí. ¿Te traigo algo más?
-¿Eh?
-Algo más, además del café, ¿te traigo algo más?
-¡Ah! ¡No, no ves que soy una boluda! Estoy pensando en otra cosa. No, nada más. Te pago.
Mientras buscaba la billetera en la cartera, Malena pensaba en Julio. Cómo le gustaría dejarlo, pensaba, irse sola en ese colectivo, o con el mozo, o con cualquiera. No se daba cuenta, pero estaba llorando.
El mozo se sentó en la silla de al lado y le dijo:- Me llamo Matías. ¿Vos?
Malena levantó la vista de golpe y lo miró. “Matías”, pensó. “ Vos, Matías, ¿me querés coger también? ¿Qué querés conmigo? ¿Te gustan mis tetas? Me cago en vos y en todos los tipos. ¡Qué te importa cómo me llamo!”
Pero bajó la mirada y dijo:- Malena.
-Bueno, mirá Malena, yo termino en media hora. Si querés esperame y charlamos un rato, ¿te parece?
-No, no puedo. No estoy sola.- Le respondió con voz fría, seca, lejana.
Matías se paró y le pidió disculpas, le cobró el café y se fue.
Julio no venía, y según los cálculos de Malena, estaba tardando más de lo necesario. “Quién sabe dónde se habrá metido este pelotudo” Pensaba mientras fumaba un cigarrillo, nerviosa, llorando.
De repente se levantó y haciendo señas con las manos le gritó al mozo, que estaba en la otra punta del salón, acomodando unas botellas.
-¡Ey! ¡Matías! Hacéme un favor, ¿querés? Te dejo acá esta valija por diez minutos. Si viene un pibe y pregunta por mí decile que fui a buscarlo a él, que me espere que ya vengo, ¿puede ser?
Matías le dijo que sí, Malena se fue a buscar a Julio.
Caminaba por Retiro como si la estuvieran siguiendo, tenía esa sensación rara de que las cosas no estaban bien. Lo buscó por todas las ventanillas y no lo vio, entonces volvió al bar dispuesta a pelearse de nuevo con él, dispuesta a oír las cosas que tenía para decirle. Pero en el bar no estaba. Y Matías le dijo que no había ido nadie a preguntar por ella. Y que él ya terminaba su turno. Y que por qué no se iban a dar una vuelta.
Malena no lo pensó dos veces, agarró la valija que había dejado atrás del mostrador y salieron.
Caminaron por Retiro sin hablar, sin mirarse. Pasaron delante de una ventanilla que decía “Santa Cruz”. Malena se paró.
-¿Querés venir conmigo?- Le preguntó decidida.
-Estoy yendo con vos, ¿no ves?- Dijo él, sin entender demasiado.
-No, digo ir más lejos. Digo irnos. ¿Querés que nos vayamos?
-¿Estás loca vos? ¿De qué me estás hablando?
-De eso, de cortar, de dejar, de empezar, de cambiar. Yo, Malena, soy esto que ves. Estas tetas y este culo, y creo que nada más. Vos, Matías, sos eso que veo, un pibe lindo y joven, con ganas de coger. Malena y Matías se pueden ir, juntos, hasta que dure. Yo estoy podrida de ser un par de tetas, pero sí eso me sirve para algo, sí me sirve para que me mires, me alcanza. Pero quiero que me mires más adentro y qué me digas, por una vez en mi vida, que hay algo más. Sí, puede ser que yo esté loca, pero eso no tiene nada que ver. Yo no hablo de pasado, ni de futuro, y tal vez tampoco de presente. Me quiero ir, y te pido que vengas. Después, vos podés decir que no o que sí, a mi ya no me importa.
Malena se dio vuelta y compró un pasaje, y se fue a la terminal.
Matías se quedó pensando en lo que acababa de oír, se quedó pensando en Julio, que enojado había roto la taza que estaba sobre la mesa cuando Matías le dijo que Malena se había ido, dejando el recado de que no la busque porque no quería verlo más. Pensó que él, tal vez con maldad, había cambiado el destino de los dos, o, mejor dicho, de los tres.
Y ahora estaba ahí y no sabía qué hacer. Malena se iba, sola. Julio se iba, sólo. ¿Y acaso no estaba también él, Matías, sólo? ¿Era distinto Buenos Aires o Santa Cruz, Malena o cualquier otra?
Corriendo llegó al colectivo que ya estaba arrancando, y vio a Malena que le sonreía por la ventanilla. Le mostró el pasaje que había comprado con los últimos 70 pesos que tenía en el bolsillo y sonrió él también. Ahora, por lo menos, la iba a poder mirar más adentro. Y se sentó al lado de Malena. Y, sin hablar, empezaron el viaje.