El viejo miraba por la ventanilla y tal vez pensaba en su pasado. El joven sentado en un bar lo miró con indiferencia y tal vez pensó en su futuro. Se cruzaron las miradas.
Dos paradas después, el viejo se bajó y se sentó en un bar a tomar un vaso de vino tinto, en vaso de plástico.
El joven pasó frente al bar y no reconoció al viejo. El viejo reconoció al joven. El viejo pensó que el joven era joven, que tenía tiempo y vida. El joven no sabemos en que estaba pensando. El viejo terminó de tomar el vino y se fue para su casa. Caminaba detrás del joven. Antes de entrar en el zaguán, el viejo lo miró por última vez. Se preguntó a dónde iría. Se imaginó que la vida del otro sería mejor que la suya, incluso mejor que la suya cuando él había sido joven. Entró en su casa y se acostó a dormir, todavía pensando en él.
El joven llegó a un hotel. Hizo un llamado telefónico y dos o tres anotaciones en una agenda vieja. Miró una foto que tenía en la billetera y de una valijita de cuero marrón sacó un cuchillo. No sabemos en que estaba pensando.
El viejo en la cama pensaba en el joven, en su vida seguramente llena de cosas y de gente y de mujeres, y lo envidió.
En ese instante, el joven yacía en el piso de la habitación del hotel bañado en sangre. No sabemos cuál fue su último pensamiento.
El viejo se durmió y, al otro día, ya no volvió a acordarse de él.
Friday, November 24, 2006
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