Llegó, después de tanto tiempo. En el vacío escuchaba su voz como un eco. Desesperado, corrió por las vías, buscando el tren, pero ni eso lo iba a salvar esta vez.
Otro día, rodeado de libros. Otro día, sin hablar con nadie. Otro día. Y otro.
"Así nunca va a ser feliz", las palabras que lo condenaron. La profecía se cumplía, y el hombre no lo notó hasta que no fue demasiado tarde. El epitafio rezaba, entre logros y medallas, "pero no fue feliz". Oh! Condena! Su sangre diluida en otras sangres lo supo antes que él...
Wednesday, February 14, 2007
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